CAPÍTULO 2 (m)
* Asteroides
En varias oportunidades previas mencionamos a los asteroides. Estos son cuerpos de composición similar a los planetas que previamente llamamos planetas menores, o planetas terrestres, aunque su tamaño es mucho menor que el de aquéllos. Al igual que los planetas, estos cuerpos se encuentran cumpliendo órbitas alrededor del Sol, muy próximas entre sí y ubicadas entre las órbitas de Marte y Júpiter. Como vimos previamente, esas órbitas se encuentran a una distancia media del Sol de 2,8 unidades astronómicas. Esa distancia está prevista por la Ley de Bode-Titius.
Como también dijimos, el primer asteroide conocido fue Ceres, descubierto accidentalmente por el abate Giuseppe Piazzi en 1.801, mientras buscaba cometas. Luego de ello se descubrieron muchos otros, entre los que pueden mencionarse Icaro, Hermes, Hidalgo, Eros, Adonis, Apolo, Amor, Palas, Juno, Vesta, Flora, Partenope, Temis, Oenone, Foceo, Coronis, María y Eos. De ellos, los más grandes son Ceres, Vesta y Palas, con 650, 650 y 530 Km. de diámetro, respectivamente.
De ellos han sido fotografiados algunos miles, de los cuales uno de los más famosos es Ida (figura 63) al cual mencionamos al hablar de los satélites. Este tiene forma totalmente irregular, más parecido a una papa que a un cuerpo celeste y con 36 millas de largo por 14 millas de ancho. Más de 30.000 asteroides han sido vistos esporádicamente, aunque no han sido observados el suficiente tiempo como para calcular sus órbitas. Se estima que existirían unos 50.000 asteroides, todos orbitando alrededor del Sol a distancias variables entre 2,1 y 3,5 unidades astronómicas. Se calcula que la masa de todos ellos no alcanza a 1/3.000 veces la masa de la Tierra.
De todos modos, unos pocos asteroides se salen de la norma en cuanto a sus órbitas. Hermes (figura 73) tiene una órbita tan elíptica, que durante su perihelio se aproxima más al Sol que el mismo Mercurio. Asimismo Hidalgo (figura 74) tiene una órbita muy alargada y además es la de mayor inclinación con respecto a la eclíptica. Durante su afelio, Hidalgo se encuentra más alejado del Sol que Saturno.
A propósito, la órbita elíptica de algunos asteroides atraviesa la órbita de la Tierra. En Octubre de 1937, Hermes estuvo a “tan solo” 800.000 Km. de la Tierra, lo que significa poco más de dos veces la distancia de la Tierra a la Luna.
* Cometas
Desde los trabajos de Edmund Halley (figura 75), a principios del siglo 18, se conoce que los cometas son cuerpos celestes que se mueven de acuerdo a las mismas leyes de la mecánica que los demás elementos del Sistema Solar. Sus órbitas alrededor del Sol (figura 76) son extremadamente alargadas, a tal punto que algunas directamente parecen parábolas o hipérbolas abiertas y así fueron originalmente interpretadas algunas de ellas.
De ser válido esto último, ocurriría que no todos los cometas pertenecerían originariamente al Sistema Solar, sino que algunos provendrían de otras partes del universo, siendo temporariamente desviados por la atracción gravitatoria del Sol. Avanzando más en esa línea de razonamiento, podría interpretarse que los cometas que ahora giran en torno al Sol en órbitas muy elípticas, en origen llegaron desde otros lugares del espacio exteriores al Sistema Solar y fueron capturados por el campo gravitatorio solar al pasar cerca de este.
Actualmente esas teorías no tienen eco, sino que se piensa lo contrario. Esto es, que todos los cometas pertenecen al Sistema Solar y tienen órbitas elípticas, pero algunos de ellos, afectados gravitatoriamente por los planetas gigantes, pueden desviarse hasta escapar del campo gravitatorio del Sistema Solar.
Muchos cometas en el afelio de sus órbitas, se alejan aún más allá de la órbita de Plutón. Por ejemplo, el afelio de la órbita del famoso cometa Halley, (figura 76), quien tarda 76 años en cumplir una órbita completa, se encuentra a unos 5.200.000.000 Km. del Sol. Esto significa unos 85.000.000 Km. más alejado del Sol que la órbita de Neptuno.
Los cometas están formados por variada cantidad de hielo, polvo cósmico y fragmentos rocosos, predominando el hielo según las investigaciones más recientes. Esto constituye el núcleo (figura 77) del cometa. Cuando el núcleo se aproxima al Sol, el viento solar (figura 36) choca contra el mismo, haciendo que se desprendan minúsculas porciones de su material, las que quedan flotando en torno al núcleo. Estas partículas se ionizan al interaccionar con la carga corpuscular que conforma el viento solar y comienzan a brillar, formando lo que se denomina cabellera (figura 77) del cometa.
A medida que el cometa se aproxima al Sol, a veces aún a distancias tan grandes como la de Júpiter, si el viento solar es lo suficientemente intenso la cabellera comienza a desarrollase hacia el lugar opuesto al Sol (o sea, en la misma dirección del viento solar), alcanzando a veces enormes dimensiones, del orden de más de 100.000 Km. Ya a distancias menores del Sol, a unas 2 unidades astronómicas, de la cabellera se desprende una cola que se desarrolla en la misma dirección del viento solar(1) y que puede tener millones de Km. de largo. Esta cola es bien visible cuando el viento solar es intenso, debido a la elevada ionización de sus partículas.
El proceso inverso ocurre con la cola y la cabellera luego del perihelio, cuando el cometa se aleja del Sol. El desprendimiento de partículas que forman la cabellera y la cola va disminuyendo la masa del núcleo cometario hasta tornarla apenas un amontonamiento de partículas que transita por la órbita del antiguo cometa. Cuando la Tierra atraviesa esas órbitas, del mismo modo que cuando atraviesa la órbita de cometas que aún no se han debilitado, esas partículas se ven como “lluvias de estrellas.”
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En varias oportunidades previas mencionamos a los asteroides. Estos son cuerpos de composición similar a los planetas que previamente llamamos planetas menores, o planetas terrestres, aunque su tamaño es mucho menor que el de aquéllos. Al igual que los planetas, estos cuerpos se encuentran cumpliendo órbitas alrededor del Sol, muy próximas entre sí y ubicadas entre las órbitas de Marte y Júpiter. Como vimos previamente, esas órbitas se encuentran a una distancia media del Sol de 2,8 unidades astronómicas. Esa distancia está prevista por la Ley de Bode-Titius.
Como también dijimos, el primer asteroide conocido fue Ceres, descubierto accidentalmente por el abate Giuseppe Piazzi en 1.801, mientras buscaba cometas. Luego de ello se descubrieron muchos otros, entre los que pueden mencionarse Icaro, Hermes, Hidalgo, Eros, Adonis, Apolo, Amor, Palas, Juno, Vesta, Flora, Partenope, Temis, Oenone, Foceo, Coronis, María y Eos. De ellos, los más grandes son Ceres, Vesta y Palas, con 650, 650 y 530 Km. de diámetro, respectivamente.
De ellos han sido fotografiados algunos miles, de los cuales uno de los más famosos es Ida (figura 63) al cual mencionamos al hablar de los satélites. Este tiene forma totalmente irregular, más parecido a una papa que a un cuerpo celeste y con 36 millas de largo por 14 millas de ancho. Más de 30.000 asteroides han sido vistos esporádicamente, aunque no han sido observados el suficiente tiempo como para calcular sus órbitas. Se estima que existirían unos 50.000 asteroides, todos orbitando alrededor del Sol a distancias variables entre 2,1 y 3,5 unidades astronómicas. Se calcula que la masa de todos ellos no alcanza a 1/3.000 veces la masa de la Tierra.
De todos modos, unos pocos asteroides se salen de la norma en cuanto a sus órbitas. Hermes (figura 73) tiene una órbita tan elíptica, que durante su perihelio se aproxima más al Sol que el mismo Mercurio. Asimismo Hidalgo (figura 74) tiene una órbita muy alargada y además es la de mayor inclinación con respecto a la eclíptica. Durante su afelio, Hidalgo se encuentra más alejado del Sol que Saturno.
A propósito, la órbita elíptica de algunos asteroides atraviesa la órbita de la Tierra. En Octubre de 1937, Hermes estuvo a “tan solo” 800.000 Km. de la Tierra, lo que significa poco más de dos veces la distancia de la Tierra a la Luna.
* Cometas
Desde los trabajos de Edmund Halley (figura 75), a principios del siglo 18, se conoce que los cometas son cuerpos celestes que se mueven de acuerdo a las mismas leyes de la mecánica que los demás elementos del Sistema Solar. Sus órbitas alrededor del Sol (figura 76) son extremadamente alargadas, a tal punto que algunas directamente parecen parábolas o hipérbolas abiertas y así fueron originalmente interpretadas algunas de ellas.
De ser válido esto último, ocurriría que no todos los cometas pertenecerían originariamente al Sistema Solar, sino que algunos provendrían de otras partes del universo, siendo temporariamente desviados por la atracción gravitatoria del Sol. Avanzando más en esa línea de razonamiento, podría interpretarse que los cometas que ahora giran en torno al Sol en órbitas muy elípticas, en origen llegaron desde otros lugares del espacio exteriores al Sistema Solar y fueron capturados por el campo gravitatorio solar al pasar cerca de este.
Actualmente esas teorías no tienen eco, sino que se piensa lo contrario. Esto es, que todos los cometas pertenecen al Sistema Solar y tienen órbitas elípticas, pero algunos de ellos, afectados gravitatoriamente por los planetas gigantes, pueden desviarse hasta escapar del campo gravitatorio del Sistema Solar.
Muchos cometas en el afelio de sus órbitas, se alejan aún más allá de la órbita de Plutón. Por ejemplo, el afelio de la órbita del famoso cometa Halley, (figura 76), quien tarda 76 años en cumplir una órbita completa, se encuentra a unos 5.200.000.000 Km. del Sol. Esto significa unos 85.000.000 Km. más alejado del Sol que la órbita de Neptuno.
Los cometas están formados por variada cantidad de hielo, polvo cósmico y fragmentos rocosos, predominando el hielo según las investigaciones más recientes. Esto constituye el núcleo (figura 77) del cometa. Cuando el núcleo se aproxima al Sol, el viento solar (figura 36) choca contra el mismo, haciendo que se desprendan minúsculas porciones de su material, las que quedan flotando en torno al núcleo. Estas partículas se ionizan al interaccionar con la carga corpuscular que conforma el viento solar y comienzan a brillar, formando lo que se denomina cabellera (figura 77) del cometa.
A medida que el cometa se aproxima al Sol, a veces aún a distancias tan grandes como la de Júpiter, si el viento solar es lo suficientemente intenso la cabellera comienza a desarrollase hacia el lugar opuesto al Sol (o sea, en la misma dirección del viento solar), alcanzando a veces enormes dimensiones, del orden de más de 100.000 Km. Ya a distancias menores del Sol, a unas 2 unidades astronómicas, de la cabellera se desprende una cola que se desarrolla en la misma dirección del viento solar(1) y que puede tener millones de Km. de largo. Esta cola es bien visible cuando el viento solar es intenso, debido a la elevada ionización de sus partículas.
El proceso inverso ocurre con la cola y la cabellera luego del perihelio, cuando el cometa se aleja del Sol. El desprendimiento de partículas que forman la cabellera y la cola va disminuyendo la masa del núcleo cometario hasta tornarla apenas un amontonamiento de partículas que transita por la órbita del antiguo cometa. Cuando la Tierra atraviesa esas órbitas, del mismo modo que cuando atraviesa la órbita de cometas que aún no se han debilitado, esas partículas se ven como “lluvias de estrellas.”
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(1) Con el nombre de viento solar se denomina a la carga de partículas sub atómicas (protones, electrones y neutrones, principalmente), que se desprenden continuamente del Sol junto con la energía radiante. Esas partículas ionizan las partículas de materiales desprendidas del núcleo de los cometas y por eso las mismas brillan. De allí que cuanto más intenso sea el viento solar, más brillarán los cometas. Como la intensidad del viento solar es directamente proporcional a la actividad solar, es máxima durante los episodios de máxima actividad solar y viceversa. De ese modo, los cometas que se aproximen al sol durante años de máxima actividad solar serán espectaculares y los que se aproximen durante años de mínima actividad solar, ni siquiera se verán a simple vista. Esto es muy obvio, pero no ha sido tenido en cuenta por los astrónomos que han anunciado acercamientos de cometas en las últimas décadas. El cometa Kohoutek cumplió su perihelio en 1.973 y fue anunciado con bombos y platillos como "cometa del siglo". Pero ni siquiera pudo verse a simple vista, por ocurrir en un momento de actividad solar baja. Sin embargo el cometa anterior, el cual no era conocido, apareció en el verano de 1.970/71 y fue espectacular, porque su perihelio ocurrió durante un episodio de elevada actividad solar. El retorno del cometa Halley también fue anunciado con toda la música, pese a que llegaría en 1.986, en plena actividad solar mínima. Por ello apenas pudo verse con ayuda de buenos prismáticos, pero luego de buscar un buen rato en el lugar del cielo donde se anunciaba su paso. De los dos cometas que tuvieron su perihelio en el 2.004, durante un episodio de descenso de la actividad solar, apenas uno pudo verse a simple vista y con esfuerzo, buscando en la región estelar correspondiente. Finalmente, el cometa que tuvo su perihelio a principios del año 2.007 (cometa Mc Naught) fue espectacular, pese a que llegó en un año de mínima actividad solar. Eso da la pauta de que tuvo que ser un cometa muy, pero muy importante.Continua...
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