Johannes Kepler |
CAPÍTULO 2 (c)
CONFORMACIÓN DEL UNIVERSO
Tal como lo conocemos actualmente, el Universo es muchísimo más amplio que lo postulado tanto en el modelo geocéntrico de Ptolomeo, como en el modelo heliocéntrico de Copérnico. En la medida en que las investigaciones pudieron adentrarse más y más en el espacio exterior gracias primero al desarrollo de los telescopios ópticos, luego a los radiotelescopios y finalmente a la tecnología espacial, el modelo heliocéntrico de Copérnico fue útil para comenzar a explicar el Sistema Solar.
Pero el Universo es muchísimo más que eso. El Universo está formado por una enorme cantidad de sistemas gravitatorios (ver más adelante) integrados por el agregado de muchos millones de millones de estrellas. Esos sistemas gravitatorios son denominados galaxias (figuras 12 a 16), de las cuales probablemente existan muchísimos millones(1). Inclusive considerando la posibilidad de que el universo sea infinito, también habría que considerar la posible existencia de infinitas galaxias integrando el mismo(2). Aunque a esto estamos en condiciones de postularlo actualmente, porque hasta principios del siglo 20 se consideraba que todas las estrellas visibles eran parte de la Vía Láctea, que es la galaxia en la cual nos encontramos nosotros.
A partir de ese entonces, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble (figura 17) se dedicó a medir la distancia existente hasta lo que en aquél entonces se conocían como nebulosas espirales, consideradas simples nubes de gas. De sus trabajos surgió que tales nebulosas en realidad eran otras galaxias y esto se convirtió en un antes y un después en las ciencias astronomicas, pues cambió totalmente el concepto de universo.
Paralelamente a Hubble midiendo las distancias a otras galaxias, Milton Humason analizaba el espectro de la luz de aquéllas, determinando que todas ellas estaban alejándose con respecto a la Vía Láctea y determinando que las más alejadas eran las que se movían más rápido, como veremos posteriormente.
Retornando al tema de la cantidad de estrellas que integran las galaxias, para el caso de la galaxia denominada Vía Láctea, se menciona la existencia de una cantidad de estrellas del orden de 1111 (1,1 billones). La Vía Láctea (figura 18) es una galaxia de forma lenticular espiralada, donde las estrellas fundamentalmente se concentran sobre su plano axial, aunque agrupadas en diferentes subsistemas. De acuerdo a su tamaño y forma, los astrónomos opinan que es similar a la galaxia denominada M-83 (figura 16).
Las demás galaxias son similares a la Vía Láctea en composición elemental y otras inclusive lo son en su forma. Quizá la galaxia más famosa luego de “nuestra” Vía Láctea, sea la conocida con el nombre de Andrómeda (figura 19) y clasificada por los astrónomos bajo la denominación técnica M31. Esta es la más próxima a la nuestra, e integra un grupo de galaxias junto con sus compañeras, las M32 y M110.
El conjunto de estrellas que conforman Andrómeda, del mismo modo que lo hacen las estrellas que integran la Vía Láctea, adopta forma de espiral. Esa disposición induce la idea de movimiento continuo(3). Lo mismo ocurre con la galaxia Robert Gendler, o M101 (figura 20), donde la espiral está compuesta al menos por 5 brazos y aparece más notable, ya que la vista de esa galaxia desde la Tierra es en planta y no inclinada, como en el caso de Andrómeda.
En otros casos, los conjuntos de estrellas existentes o en formación, no tienen formas tan definidas como en los casos de Andrómeda, Robert Gendler y la Vía Láctea, sino que aparecen semejando acumulaciones masivas. Tal es por ejemplo el caso de la galaxia denominada Gran Nube de Magallanes, vecina de la Vía Láctea y del grupo que integra la nébula denominada N11B (figura 21).
Para tener aunque sea una idea aproximada del tamaño de las galaxias de las cuales estamos hablando, solo esta nébula N11B que forma parte de una galaxia, tiene una magnitud del orden de los 100 años luz(4). En el caso de la nébula RCW49 (figura 22), ubicada a unos 14.000 años luz más allá de la constelación del Centauro(5) y con una amplitud de unos 350 años luz, se están formando multitud de estrellas y planetas; a tal punto que los astrónomos de la NASA la denominan “nursery de estrellas”.
A través de las nubes y filamentos de polvo cósmico, al menos se han encontrado allí más de 300 estrellas “recién nacidas” y el análisis de rayos infrarrojos indica la existencia de discos “protoplanetarios” girando alrededor de “soles infantiles.” Este descubrimiento incentiva la idea de que la formación de planetas es natural como parte de la evolución de las estrellas. Tengamos en cuenta este descubrimiento para cuando hablemos del origen del Sistema Solar y de la hipótesis de Kant y Laplace.
Por último, debemos considerar que las galaxias no son los sistemas gravitatorios más grandes del universo. Porque las galaxias a su vez se encuentran agrupadas formando lo que los astrónomos han llamado cluster de galaxias, como los clusters de galaxias denominados Fornax (figura 23), Coma (figura 24) y Virgo (figura 25), entre otros.
Continua...
Por último, debemos considerar que las galaxias no son los sistemas gravitatorios más grandes del universo. Porque las galaxias a su vez se encuentran agrupadas formando lo que los astrónomos han llamado cluster de galaxias, como los clusters de galaxias denominados Fornax (figura 23), Coma (figura 24) y Virgo (figura 25), entre otros.
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(1) Previo a la puesta en funcionamiento del telescopio Hubble orbitando alrededor de nuestro planeta, la cantidad de galaxias observables desde la Tierra era del orden de los mil millones. Con las observaciones del Hubble, ese número ha crecido en varios órdenes de magnitud.
(2) Según el estado actual del conocimiento y a riesgo de enfrentarnos con la teoría hoy en boga del “Gran Estallido” (Big Bang) como origen del Universo, podríamos coincidir con Golóvanov, en que el Universo es infinito en el espacio: esto es, sin principio ni fin en ninguna dirección. Asimismo es infinito en el tiempo: siempre existió y siempre existirá. También es infinitamente diverso en cuanto a formas y movimiento de la materia: la materia no surge de la nada ni desaparece, sino que va transformándose continuamente. De modo tal, podríamos concluir en que, como una de las formas en la evolución de la materia, la vida orgánica no debería ser exclusiva del planeta Tierra, sino que debería aparecer en cualquier lugar del Universo donde se diesen las condiciones adecuadas para ello. Con esto haríamos honor al viejo postulado de Vernadski, al decir que es conveniente ver en la biosfera “…un fenómeno planetario de carácter cósmico.”
(3) Al respecto, vale la pena comparar la forma de esas galaxias, con la forma que adoptan los enormes desplazamientos de aire en la atmósfera terrestre, denominados huracanes y tifones (figura 26 y figura 27).
(4) Por año luz se considera la distancia que puede recorrer un rayo de luz durante un año. Dado que la luz se mueve a una velocidad próxima a los 300.000 Km. por segundo, en un año estaría recorriendo unos 9.460.800.000.000 Km.; cifra que expresada en letras equivale a nueve billones, cuatrocientos sesenta mil ochocientos millones de kilómetros. ¿Difícil imaginar lo que esto significa, verdad? Inclusive diciendo que esa distancia equivale a unas sesenta y tres mil doscientas cuarenta y una veces y media la distancia existente entre la Tierra y el Sol, sigue siendo una distancia difícil de imaginar. Un piloto de un avión caza bombardero Mirage, volando sin parar a razón de 2.000 Km./hora, tardaría 540.000 años en recorrer la distancia recorrida en un año por un rayo de luz. Si ese piloto hubiese comenzado su viaje hacia fines del Pleistoceno medio, recién estaría llegando ahora al final de esa distancia. Y si quisieramos recorrela en un Citröen 3CV, deberíamos haber iniciado el viaje entre finales del Oligoceno y principios del Mioceno (esto es ,a principios del Terciario tardío) para estar llegando en estos días.
(5) La estrella Alfa (la más brillante), de la constelación del Centauro, contigua a las otras cuatro que integran la denominada Cruz del Sur, después del Sol es la estrella más próxima a nosotros. Se encuentra “apenas” a 4,5 años-luz. Eso quiere decir que si hacia finales del Cretácico hubiésemos salido en el Citröen 3CV hacia Alfa Centauro, ya estaríamos llegando allá con las noticias “frescas” de que los dinosaurios andaban con problemas de subsistencia y que se estaba comenzando a fragmentar el Pangaea.
Al fin y al cabo, para moverse a través del universo solo hacen falta cuatro cosas: un 3CV, tiempo, paciencia y fundamentalmente, imaginación.
(2) Según el estado actual del conocimiento y a riesgo de enfrentarnos con la teoría hoy en boga del “Gran Estallido” (Big Bang) como origen del Universo, podríamos coincidir con Golóvanov, en que el Universo es infinito en el espacio: esto es, sin principio ni fin en ninguna dirección. Asimismo es infinito en el tiempo: siempre existió y siempre existirá. También es infinitamente diverso en cuanto a formas y movimiento de la materia: la materia no surge de la nada ni desaparece, sino que va transformándose continuamente. De modo tal, podríamos concluir en que, como una de las formas en la evolución de la materia, la vida orgánica no debería ser exclusiva del planeta Tierra, sino que debería aparecer en cualquier lugar del Universo donde se diesen las condiciones adecuadas para ello. Con esto haríamos honor al viejo postulado de Vernadski, al decir que es conveniente ver en la biosfera “…un fenómeno planetario de carácter cósmico.”
(3) Al respecto, vale la pena comparar la forma de esas galaxias, con la forma que adoptan los enormes desplazamientos de aire en la atmósfera terrestre, denominados huracanes y tifones (figura 26 y figura 27).
(4) Por año luz se considera la distancia que puede recorrer un rayo de luz durante un año. Dado que la luz se mueve a una velocidad próxima a los 300.000 Km. por segundo, en un año estaría recorriendo unos 9.460.800.000.000 Km.; cifra que expresada en letras equivale a nueve billones, cuatrocientos sesenta mil ochocientos millones de kilómetros. ¿Difícil imaginar lo que esto significa, verdad? Inclusive diciendo que esa distancia equivale a unas sesenta y tres mil doscientas cuarenta y una veces y media la distancia existente entre la Tierra y el Sol, sigue siendo una distancia difícil de imaginar. Un piloto de un avión caza bombardero Mirage, volando sin parar a razón de 2.000 Km./hora, tardaría 540.000 años en recorrer la distancia recorrida en un año por un rayo de luz. Si ese piloto hubiese comenzado su viaje hacia fines del Pleistoceno medio, recién estaría llegando ahora al final de esa distancia. Y si quisieramos recorrela en un Citröen 3CV, deberíamos haber iniciado el viaje entre finales del Oligoceno y principios del Mioceno (esto es ,a principios del Terciario tardío) para estar llegando en estos días.
(5) La estrella Alfa (la más brillante), de la constelación del Centauro, contigua a las otras cuatro que integran la denominada Cruz del Sur, después del Sol es la estrella más próxima a nosotros. Se encuentra “apenas” a 4,5 años-luz. Eso quiere decir que si hacia finales del Cretácico hubiésemos salido en el Citröen 3CV hacia Alfa Centauro, ya estaríamos llegando allá con las noticias “frescas” de que los dinosaurios andaban con problemas de subsistencia y que se estaba comenzando a fragmentar el Pangaea.
Al fin y al cabo, para moverse a través del universo solo hacen falta cuatro cosas: un 3CV, tiempo, paciencia y fundamentalmente, imaginación.
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