MODELO “IDEAL”
Y MODELO RACIONAL DEL UNIVERSO
Y MODELO RACIONAL DEL UNIVERSO
GEOCENTRISMO Y HELIOCENTRISMO
Tan antiguamente como el Siglo III de nuestra era, Aristarco de Samos suponía que todos los cuerpos celestes(1), incluidas las estrellas, giraban en torno al Sol. Pero su idea no tuvo aceptación, puesto que los pensadores griegos para ese entonces tenían profundamente arraigado el modelo “ideal” de universo geocéntrico. Esto es, un modelo en el cual la Tierra era el centro inmóvil del universo, alrededor del cual giraban los cuerpos celestes (figura 1)
Este modelo geocéntrico había sido propuesto en Alejandría alrededor de un siglo antes (Siglo II) por Claudio Ptolomeo, basado en la concepción filosófica aristotélica. El mismo suponía que todos los movimientos observados en el Sol, planetas y estrellas, ocurrían sobre unas circunferencias denominadas epiciclos, cuyos centros giraban sobe otras circunferencias centradas en la Tierra, llamadas círculos deferentes (figura 2)
Esas ideas perduraron más de catorce siglos, en los últimos de los cuales subsistieron básicamente debido al oscurantismo medieval de la Iglesia Católica, el cual dominaba el desarrollo de todas las ciencias. Durante los siglos dominados por la Inquisición, oponerse a ese esquema teológico del universo geocéntrico podía significar tanto como la muerte.
Recordemos que cuando a principios del siglo 17, Galileo Galilei (figura 3) sustentó públicamente el modelo heliocéntrico de Copérnico que ya veremos con más detalle, fue obligado por la Inquisición a retractarse de semejante blasfemia, so pena de ser condenado a muerte. Galileo, quien obviamente cuidaba su pellejo, se retractó de su “blasfemia”, aunque la tradición cuenta que inmediatamente después de ser forzado a declarar que “…la Tierra no se mueve alrededor del Sol”, Galileo agregó por lo bajo: “…e pure, si move!” (algo así como “…de todos modos, se mueve!”)
En ese marco, hacia 1.543 Nicolás Copérnico (figura 4) tuvo que ser muy corajudo como para proponer su modelo heliocéntrico (figura 5). Máxime cuando por un lado fue amenazado con la excomunión y por otro lado no tenía posibilidades de hacer demostraciones precisas. En primer término, porque aún no se había inventado el telescopio óptico (lo inventó Galileo 100 años más tarde) y en segundo término, porque tanto la latitud de su lugar de residencia (Frauenburgo), como las condiciones meteorológicas de esa localidad eran mucho menos que ideales para las observaciones astronómicas.
Sin embargo el mismo Copérnico estaba seguro de que con la información científica acumulada hasta ese entonces, el modelo tolemaico(3) era, si no equivocado, al menos contradictorio. Copérnico corrigió el modelo geocéntrico, postulando que el Sol era el centro alrededor del cual giraban los planetas sobre sendas circunferencias. Las estrellas permanecían también fijas más allá de la circunferencia exterior, igual que en el modelo geocéntrico.
Este modelo eliminaba muchas de las dificultades del modelo tolemaico para la explicación de fenómenos observados tales como los movimientos diferenciales de los planetas. De todos modos el modelo fue resistido; en parte porque no mejoraba las explicaciones generales del otro modelo respecto a los movimientos observados y en parte por la enorme inercia de los prejuicios vigentes.
No obstante, uno de los astrónomos que se interesó en la teoría de Copérnico fue el dinamarqués Ticho Brahe, quien fue un agudo observador de los fenómenos celestes, además de ser un hábil inventor y constructor de los propios instrumentos con los cuales observaba los planetas y astros.
Pese a que aún no se conocían los anteojos de aumento, las observaciones realizadas con sus aparatos fueron muy precisas. En base a ellas concluyó en que ninguno de los dos modelos, ni el de Ptolomeo ni el de Copérnico, coincidían con sus observaciones. Así, postuló un tercer modelo (figura 6) conjugando los dos modelos previos, en el cual el Sol y la Luna giraban alrededor de la Tierra y los demás planetas se movían alrededor del Sol. Hacia el final de la vida de Ticho Brahe, comenzó a trabajar con él Johannes Kepler (figura 7), quien dispuso de todo el caudal de observaciones de Brahe.
Kepler aceptó las ideas de Copérnico, aunque modificándolas para correlacionarlas mejor a las observaciones existentes. Enseguida enunció tres leyes empíricas (sin fundamentarlas en razonamientos teóricos) expresando las principales características del sistema planetario y basadas en la observación de las posiciones aparentes de los planetas sobre la bóveda del cielo. Esas leyes son las siguientes:
1. La órbita de un planeta es una figura geométrica llamada elipse, en uno de cuyos focos se encuentra el Sol.
2. Al moverse un planeta en su órbita, el radio vector, que es la línea que une el centro del planeta con el Sol, barre áreas iguales en tiempos iguales.
3. El cuadrado del período de revolución de un planeta en su órbita, es proporcional al cubo del semieje mayor de dicha órbita.
Esas leyes siguen vigentes aún hoy. La primera describe la forma de la trayectoria de un planeta alrededor del Sol (figura 8). El punto de máxima distancia del planeta al Sol se llama afelio y el punto de distancia mínima se llama perihelio. La segunda muestra que la velocidad de un planeta en su trayectoria alrededor del Sol será distinta en los distintos puntos recorridos a lo largo de esa trayectoria. Eso se debe a que el radio vector del planeta no tiene longitud constante, sino que esa longitud es máxima cuando el planeta está en el afelio, y mínima cuando está en el perihelio. Por lógica consecuencia, esa longitud es constantemente variable al recorrer puntos intermedios de la órbita. Por último, la tercera ley de Kepler relaciona las dimensiones de la órbita y el tiempo de revolución.
Una vez aceptado el modelo heliocéntrico luego de la tarea de Kepler, y dada la demostración del mismo, en base al cúmulo de pruebas que se sucedieron luego de que Galileo inventase el telescopio óptico a partir de las lentes inventadas por el holandés Leeuwenhoek (figura 9), el desarrollo de las ciencias astronómicas cobró nueva dimensión. Y lo mismo ocurrió con el resto de las ciencias naturales, hasta llegar al estado actual en todos los campos del conocimiento. Y ahora se reconoce como un hecho de importancia trascendental, la existencia de nexos entre los procesos de la Esfera Geográfica, o Sistema Exógeno Terrestre (que en capítulos avanzados analizaremos en detalle y denominaremos SET) y los fenómenos cósmicos.
Afortunadamente está terminando la época en la cual los pensamientos pioneros como por ejemplo los de A. L. Chizhevski (figura 10), hacían sonreír a muchos científicos y en el mejor de los casos, hacían poner serios a muy pocos (y lamentablemente, dentro de los pocos que se pusieron serios, están los que, durante el Stalinismo, condenaron a Chizhevski a 16 años de trabajos forzados.) Allá por la segunda década del siglo 20(4), Chizhevski sentó las bases para una disciplina científica nueva: la heliobiología. Este investigador ruso había comprobado en numerosas oportunidades, un nexo asombroso entre las oscilaciones de la actividad solar y determinados cambios en el comportamiento de la vida sobre el planeta. Cambios que se daban desde seres inferiores a nivel bacteriano, hasta en los seres más evolucionados, como la especie humana.
Previo al mismo Chizhevski, otro ruso, V. I. Vernadski (figura 11), ya había insistido en que la biosfera debía ser considerada como “un fenómeno planetario de carácter cósmico.” Ynosotros podemos agregar que no solo en la biosfera, sino en todo el comportamiento del SET, existen repercusiones de carácter cósmico.
El eje del análisis de Chizhevski pasaba por desconsiderar que la vida fuese un fenómeno aislado del resto del Universo, del Cosmos, y exclusivamente relacionado con las condiciones ambientales de la Tierra(5). Por lo que el concepto de Medio Ambiente debería abarcar todo el Universo con sus múltiples particularidades, fuerzas y vínculos.
Esa postura no era especulativa, sino que surgía como fruto de una clara argumentación lógica fundada en datos estadísticos. Para ello estableció un alto grado de correlación estadística entre los ciclos de actividad solar y múltiples fenómenos masivos ocurridos en la biosfera. Esto daba un golpe final al concepto tolemaico del geocentrismo; concepto que tuvo su primer golpe serio cuatro siglos antes, con las investigaciones de Nicolás Copérnico, que ya mencionamos.
Continua...
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(1) Celeste significa inherente al cielo. Cuerpos celestes son los observados en el cielo.
(2) “…y sin embargo, se mueve!”
(3) El modelo geocéntrico sustentado por Ptolomeo.
(4) En la primavera de 1915, en el Instituto de Arqueología de Moscú, A. L. Chizhevski presentó un trabajo titulado: “Influencia periódica del Sol sobre la Biosfera de la Tierra.” Al decir de L. V. Golóvanov, ese día puede considerarse como el comienzo de una nueva etapa en las ciencias naturales: la “cosmización” de las ciencias biológicas.
(5) “…estamos acostumbrados a sostener un punto de vista antifilosófico, burdo y estrecho, sobre la vida como resultado de un juego fortuito de fuerzas tan solo terrestres…”, afirmó Chizhevski en aquélla oportunidad.
(2) “…y sin embargo, se mueve!”
(3) El modelo geocéntrico sustentado por Ptolomeo.
(4) En la primavera de 1915, en el Instituto de Arqueología de Moscú, A. L. Chizhevski presentó un trabajo titulado: “Influencia periódica del Sol sobre la Biosfera de la Tierra.” Al decir de L. V. Golóvanov, ese día puede considerarse como el comienzo de una nueva etapa en las ciencias naturales: la “cosmización” de las ciencias biológicas.
(5) “…estamos acostumbrados a sostener un punto de vista antifilosófico, burdo y estrecho, sobre la vida como resultado de un juego fortuito de fuerzas tan solo terrestres…”, afirmó Chizhevski en aquélla oportunidad.
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