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martes, 7 de septiembre de 2010

--- CAPÍTULO 2 (a)


“…este Cosmos, el mismo para todos, no fue creado por ninguno de los dioses ni hombres, sino siempre existió, existe y existirá eternamente como fuego vivo que aforadamente se enciende y aforadamente se extingue.” (Heráclito de Éfeso)

ÍNDICE DEL CAPÍTULO 2

- Introducción
- Modelo “ideal” y modelo racional del Universo: Geocentrismo y Heliocentrismo
- El Universo
- - Origen del Universo: El “Gran Estallido”
- El Sistema Solar
- - El Sol
- - Los planetas
- - - Clasificación de los Planetas
- - - La Eclíptica y las órbitas de los Planetas
- - - Distancia de los planetas al Sol – Ley de Bode – Titius
- - - Principales características de los planetas
- - Satélites, asteroides, cometas y meteoritos
- El Origen del Sistema Solar
INTRODUCCIÓN
 - Del Cielo a la Tierra -

Al entrar en este capítulo, más de uno se preguntará ¿Por qué nos tenemos que meter con los asuntos cósmicos, sobre todo en una materia como Geomorfología, que trata fundamentalmente de las formas de la superficie terrestre? Son varias las razones que nos inducen a ello. En primer lugar, nuestra intención en esta cátedra es que los futuros geólogos que pasen por ella tengan abierta su percepción a aquéllas cosas que no se ven, puesto que a las que se ven, es fácil que las perciba cualquiera. Y precisamente algunos factores que no se ven, en muchos casos suelen jugar roles fundamentales en procesos geológicos y ambientales ocurridos en la Tierra, como veremos al avanzar en los capítulos posteriores.
En segundo lugar, a esta altura del desarrollo de los conocimientos del Universo y del Sistema Solar, es bueno que quienes vayan a ser geólogos en un  lapso más o menos próximo, sepan algo del tema o al menos comiencen a sentir inquietudes por el mismo. Ya que inclusive puede significarles una interesantísima salida laboral. Porque los geólogos debemos comprender que estamos entre los profesionales conceptualmente mejor preparados para el conocimiento de la evolución del Sistema Solar y del Universo mismo. No en vano las agencias espaciales y los servicios geológicos de los países de avanzada, están ocupando una cantidad creciente de geólogos para abocarlos al estudio de los planetas. 
En tercer lugar, en esta cátedra nos abocaremos a aprender cuales son las formas que adopta la superficie de la Tierra, ante la actividad conjunta de los diversos procesos endógenos y exógenos que la modelan y que más adelante veremos en detalle. Entonces consideramos fundamental que los futuros geólogos que por acá pasen, conozcan lo elemental de la Tierra como planeta del Sistema Solar; de éste como parte de la galaxia que integra y de ésta, en suma, como parte del Universo.
En cuarto lugar, es importante aclarar que no todo lo que pueda tener utilidad práctica en algún momento futuro, deba parecer práctico en momentos previos. No toda concepción o especulación científica tiene que fundamentar sus posibilidades de aplicación inmediata a las necesidades de la sociedad. Necesidades a las que ciertamente tenemos que aportar nuestra parte de solución como geólogos. Una anécdota referente a Tales de Mileto, ejemplifica esto muy bien. 
El griego Tales, oriundo de la ciudad de Mileto, fue un pionero en la observación de los fenómenos naturales. Y andaba siempre tan absorto en la contemplación de estos fenómenos, que descuidaba sus finanzas y era criticado por parientes y amigos, por la supuesta inutilidad práctica de su actividad contemplativa de la naturaleza. Según contó Aristóteles,Tales decidió aleccionar a todos ellos y  gracias a sus observaciones, un invierno previó que la próxima cosecha de aceitunas para la cual aún faltaba mucho tiempo, sería muy buena.
Con ese conocimiento anticipado, Tales tomó en arriendo por poco dinero, todos los lagares (molinos para aceite) de Mileto y de la vecina Quios. Al llegar la cosecha de aceitunas, todos los molinos de la zona estaban arrendados por Tales, quién ganó mucho dinero prestando el servicio de molienda a todos los productores de la región; por supuesto que incluyendo a los que se habían burlado de él.
Mucho antes de esto, en los albores de la humanidad, a partir del momento en que los integrantes de ella comenzaron paulatinamente a andar "en dos patas" y a tomar conciencia de si mismos como separados del ambiente circundante, también comenzaron a entender empíricamente todo lo existente en su entorno de vida. Su motivación primaria fue la de satisfacer sus necesidades y al impulso de esto fueron descubriendo más y más propiedades y vínculos de su mundo. Sus conocimientos iniciales sobre el mundo se circunscribían a su hábitat y el primitivo concepto de Universo debió ser similar o equivalente al concepto griego de “Ecumene” (proveniente de oikoumené = tierra habitada). En la misma medida en que evolucionaron sus conocimientos sobre “el mundo circundante”, debieron evolucionar sus conceptos de “Universo”, que en aquél entonces se entremezclaban.
Así surgieron infinidad de representaciones mitológicas de la naturaleza en particular y del Universo en general. Sin abundar en demasiados ejemplos, Thor era el dios de las tormentas para los primitivos europeos del Norte. Para los antiguos griegos, Eolo era el dios de los vientos y Poseidón era el dios de los mares (así como Neptuno lo era para los romanos.) Y en nuestras tierras, Nguenechen era el dios creador de todas las cosas para los indígenas de la cordillera neuquina.
Avanzando en el tiempo, ya los filósofos griegos dejaron de lado las representaciones mitológicas de la naturaleza y buscaron otras explicaciones; ya fuese en razonamientos, ya en la observación de la naturaleza, ya en los números. Por aquél entonces alguien (es difícil precisar quien) usó la palabra Cosmos para significar el concepto de Universo, más allá del mundo circundante de todos los días.
Esa palabra griega tiene varios significados similares, como ordenamiento, orden, estructura, constitución, régimen. El uso de esa palabra indica que entonces ya se comenzaba a concebir la realidad del Universo como un sistema ordenado, pese a la enorme diversidad de elementos que lo integraban. A propósito, es valido repetir aquél pensamiento de Heráclito que encabeza este capítulo: “…este Cosmos, el mismo para todos, no fue creado por ninguno de los dioses ni hombres, sino siempre existió, existe y existirá eternamente como fuego vivo que aforadamente se enciende y aforadamente se extingue.”
Como puede apreciarse y palabras más o menos, esa idea no dista mucho de la realidad que hoy aceptamos como Universo. Vemos así que las primeras concepciones formales del Mundo, Universo, o Cosmos, provinieron de los antiguos filósofos(1). Aunque muchos de estos menoscababan a quienes se especializaban en materias de investigación de los aspectos terrestres puramente naturales. La filosofía “…es una conciencia soberana, de dominio absoluto; una ciencia contra la cual las demás, al igual que esclavas, no tienen derecho de pronunciar ni una palabra…” enseñaba Aristóteles.
El razonamiento de Aristóteles era algo así: “…el mundo es un todo único integrado por partes. ¿Qué es lo que lo hace entero? Algo universal que prístinamente  está presente en todo lo unitario, pero se distingue de éste. Esta contraposición de lo universal a lo unitario, del todo a sus partes fue precisamente lo que conducía a la conclusión de que la naturaleza general de todo lo existente, de lo entero, constituye su propio objeto específico de conocimiento teórico, a diferencia de la esencia de las partes de un todo, de cosas y fenómenos individuales que son objeto de conocimiento práctico.”
Esa concepción aristotélica de la filosofía y “del mundo” no terminó con los antiguos griegos, sino que subsistió hasta hace relativamente poco. En ese sentido, Hegel (Siglo 19) consideraba que el objeto de la filosofía era precisamente "la verdad en el sentido supremo de la palabra”, “lo universal”, “lo invariable”, “lo eterno que existe por sí mismo” mientras que en las ciencias
físicas (y naturales) el material “se toma desde el exterior”, por medio de la experiencia, se ordena conforme a la regla general ya establecida y se lleva a la relación exterior. Por eso Hegel consideró que las ciencias físicas y naturales obtenían la “cáscara del conocimiento exterior” y por lo tanto carente de verdad; por cuanto la filosofía es la doctrina sobre la verdad absoluta, esta es, precisamente, la ciencia absoluta. O sea, nada nuevo respecto al pensamiento de Aristóteles, aunque más de dos mil años después.
A partir de aquélla concepción filosófica y mucho antes de Hegel, surgieron (fueron inventadas, al decir de Golóvanov) muchas construcciones lógicas del Universo. Obviamente, por su falta de sustento fáctico, o sea por su carencia de pruebas, todas fracasaron tarde o temprano, mientras se construía paso a paso la sólida estructura por la que las ciencias naturales siguieron avanzando hasta hoy en su conocimiento del Universo. Paralelamente se fue generando una actitud negativa de los científicos naturalistas hacia la filosofía en general.
Entre esos “universos inventados” en base a la concepción filosófica aristotélica, surgieron las varias fundamentaciones metafísicas(2) elaboradas por los teólogos, respecto a “cómo tenía que ser el Universo.” Por fin a partir de 1.543, cuando Nicolás Copérnico(3) planteó su modelo de Universo, las ciencias naturales comenzaron a evolucionar al margen de la metafísica, la cual pasó a servir solo a la teología. Por aquél entonces, Newton llegó a decir: “Física, cuídate de la metafísica!” (pensamiento que luego y por apresuramiento al leer, supongo, se atribuyó a otros.)
Puede decirse que desde aquél momento, cada ciencia comenzó su avance fraccionando el Universo en sus partes individuales; distribuyendo los objetos y procesos naturales en clases determinadas; descomponiéndolos en partes; investigando la estructura interna, hallando relaciones. Pero no pensemos que tal escisión fuese buena; ninguna posición extrema suele ser buena. Porque a partir de esas prácticas, la mayoría de los naturalistas se acostumbró al estudio de objetos y procesos aislados unos de otros. Así, cada ciencia avanzó estudiando un sistema cualitativamente específico de leyes propias, pero en general lo hizo sin atender a las leyes que son comunes a todos los aspectos de la naturaleza.
Cada especialista redujo su campo de acción a una esfera limitada del conocimiento, generalmente sin percibir sus vínculos con otros objetos de otras esferas del conocimiento(4). Ello redundó en el enquistamiento de cada disciplina científica en sí misma, generalmente dificultando y en muchos casos impidiendo la realización de tareas en grupos multidisciplinarios. Afortunadamente en las últimas décadas esa actitud se ha revertido en gran medida y aparecen cada vez más investigaciones interdisciplinarias abocadas a desentrañar diferentes aspectos de los procesos naturales. Continúa...
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(1) Palabra surgida de los vocablos griegos: philos = “que ama” y sophia = “sabiduría.”
(2) Luego de Aristóteles, a la “filosofía primera”, o “ciencia sobre la divinidad”,  se la denominó metafísica de un modo fortuito. El bibliotecario Andrónico de Rhodas, al ordenar los escritos de Aristóteles en la biblioteca de Alejandría, lo hizo de acuerdo al contenido de cada uno. Al libro cuyo contenido trataba de “los géneros primeros de lo existente”, lo colocó (en los estantes) después (detrás, más allá) de los libros de la física de Aristóteles. Esto dicho en griego, es: "ta meta ta physika." De allí que cuando alguien pedía ese libro, lo mandaba a buscarlo "ta meta ta physika" (...detrás de la Física.) Con tanta persistencia, que el término prosiguió usándose hasta hoy, para denominar a las doctrinas filosóficas que tratan de los principios suprasensoriales de lo existente.
(3) A más de mil años de Aristarco de Samos, a quien  mencionaremos en el próximo título, Nicolás Copérnico volvió a insistir con un modelo heliocéntrico para explicar el mundo conocido en ese entonces. Este modelo planteaba que el Sol estaba ubicado en el centro y que el resto del universo conocido giraba en torno del Sol, incluida la Tierra (con la luna girando en torno a ella) y los demás planetas conocidos (incluido Saturno). Las estrellas se encontraban fijas en el cielo, más allá de la órbita de Saturno. Ya hablaremos de eso más adelante.
(4) Podría decirse que desde ese punto de vista y aunque parezca contradictorio, muchos científicos llegaron a saber "muchísimo", de muy poco!

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